Después de comer ya continué hasta Ravenna, que está a pocos kilómetros del Mar Adriático y tiene una población de algo mas de 150.000 habitantes. Es famosa por sus monumentos bizantinos y paleocristianos que fueron declarados por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en el año 1996.
En 402 fue la capital del Imperio romano de Occidente, pues el emperador Honorio trasladó aquí la corte imperial. El traslado se hizo, ante todo, con finalidades defensivas: Ravenna estaba rodeada de ciénagas y pantanos y tenía fácil acceso a las fuerzas imperiales del Imperio romano de Oriente. Sin embargo, en 409, el rey visigodo Alarico I simplemente evitó Ravenna, y marchó a saquear Roma y tomar como rehén a Gala Placidia, hija del emperador Teodosio I. Después de muchas vicisitudes, Gala Placidia regresó a Ravenna con su hijo, el emperador Valentiniano III y el apoyo de su sobrino, Teodosio II. Ravenna disfrutó de un periodo de paz sin precedentes, durante el cual floreció la religión cristiana, y la ciudad obtuvo sus monumentos más famosos, tanto seculares (demolidos) como cristianos (conservados durante largo tiempo).
Lo primero que visité fue la Basilica di San Vitale, uno de los templos más importantes del arte bizantino, y, como otros de la misma ciudad, se reformó por deseo expreso del Emperador Justiniano a partir de construcciones anteriores, con el objeto de acelerar la integración de los territorios conquistados al imperio Bizantino. Se consagró en el año 547 y sus mosaicos son el mejor ejemplo de las artes figurativas bizantinas y nos dan una idea de lo que pudieron ser las obras que fueron destruidas, durante la Querella Iconoclasta de los siglos VII y VIII, y con la caída de Bizancio a manos de los turcos.
San Vitale está alejado de la tradición paleocristiana, sustituyendo la idea de «espacio-camino» de las primeras basílicas, por el de la contemplación del ámbito celestial, con mayor carácter ascensional, gracias al esbelto tambor que sostiene la cúpula. Sus mosaicos forman un gran conjunto centrado en el tema de Dios salvando a los hombres por medio de la eucaristía. Los lugares centrales y altos de bóvedas y arcos se reservan a las figuras asociadas a Dios o sus personificaciones, alrededor ángeles de alto rango y, más cerca de la Tierra, los santos, como intermediarios ante los hombres. Todo ello ribeteado de una decoración naturalista de tradición helenística.
Junto a ella está el Mausoleo de Gala Placidia, enterramiento monumental de la hermana de emperador Honorio, Gala Placidia. Construido entre 425 y 430, más que por su arquitectura es mundialmente famoso por sus suntuosos mosaicos, los más antiguos de la villa. Ellos marcan la transición entre el arte paleocristiano y el bizantino. La decoración posee un importante simbolismo, presentando temas vegetales (evocando al paraíso) combinados con decoración geométrica y figurativa (mártires, apóstoles, ángeles, etc.). El ábside presenta una decoración de un cielo estrellado con ángeles en las esquinas.
Y de ahí fui al Museo Arcivescovile, donde se pueden ver desde restos romanos hasta obras de arte y objetos relacionados con la iglesia, como la capilla de San Andrea, o la silla de marfil de Maximino, labrada como si fuera encaje en el siglo VI, o el calendario circular que indica cuando se va a celebrar la semana santa, que se elaboró después de que en el Concilio de Nicea celebrado el año 325 se decidiera que el domingo de Pascua se celebraría el primer domingo después de la primera luna llena de primavera, para que no coincidiera con la pascua judía.